HOJA PARROQUIAL DE S. JOSÉ
DE LINARES
DOM. 3º De Pascua –A-
4-Mayo 2014
Año VI- Nº 263
Editorial
La Pascua de nuestras vidas
No sé por qué algunos tenemos la sensación de que la alegría de la Pascua nos dura mucho menos que lo que el tiempo litúrgico dispone para ella. ¿Será la rutina de los años? ¿Será que su significado no termina de germinar en nuestros corazones?
A los mismos apóstoles les costó un tiempo advertir la dimensión que la resurrección del Señor tenía, aunque quizá por otras razones.
En nuestro caso, el mismo lunes de Pascua volvemos a nuestro trabajo, a nuestras tareas, a nuestros problemas, pero ¿lo hacemos con el renovado espíritu que la festividad de la resurrección nos invita a adoptar?
¡Cuánto nos cuesta meter a Cristo en nuestras vidas! Y si algo nos identifica a los cristianos, o debería identificarnos, es la manera de vivir que nos el Evangelio nos invita a adoptar, llena de ilusión y esperanza.
Pero merece la pena que lo intentemos una y otra vez. Como cualquier ser humano, todos nosotros tenemos problemas: una situación económica mala, problemas de salud, problemas con la familia,… Y mejor no hablemos desde la perspectiva de los millones de personas en el mundo que pasan hambre, son desterrados por causa de la guerra, sufren la violencia más atroz, etc. Pero incluso desde nuestra situación privilegiada, a veces simplemente nos cuesta ser felices sin saber por qué.
Pues en esos momentos, en cada uno de nosotros, Cristo en su cruz se pone a nuestro lado, pero no sólo para sufrir, sino sobre todo, para darnos el aliento de la esperanza de su resurrección.
Este es el gran mensaje que debería alegrarnos la Pascua en primer lugar y, más aún, toda nuestra existencia: como cantamos en el pregón pascual, Cristo Jesús, que por nosotros murió, resucitó de los muertos, y nos espera en el lado de la vida.
Palabra de Dios
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22‑28
El día de Pentecostés, se presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la palabra:
Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice:
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.
Palabra de Dios.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 1, 17‑21
Queridos hermanos:
Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomad en serio vuestro proceder en esta vida.
Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien.
Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza.
Palabra de Dios
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 13‑35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
El les dijo: -¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
— ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?
El les preguntó:
— ¿Qué?
Ellos le contestaron:
—Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron.
Entonces Jesús les dijo:
-¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo:
-Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
—¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor
Vivir en la Iglesia
Vivir en conflicto XXIV
Cada vez que se realiza un milagro o cualquier acontecimiento extraordinario: hay unos que dicen una cosa y ven una tendencia, mientras otros ven otra cosa
“Y lo reconocieron: ¡Es el tullido que pedía limosna junto a la Puerta Hermosa! Y quedaron fuera de sí, asombrados por lo que había sucedido.
El hombre sanado no se separaba de Pedro y Juan, por lo que todo el pueblo, lleno de admiración, acudió y se reunió alrededor de ellos en el pórtico llamado de Salomón. 12 Al ver esto, Pedro se dirigió a la gente y les dijo:
“Israelitas, ¿por qué se quedan tan maravillados? Ustedes nos miran como si hubiéramos hecho caminar a este hombre por nuestro propio poder, o por ser unos santos.” (Hch. 3,10-12)
Cuando los apóstoles dan razón de su fe y le indican a la gente con toda seguridad el porqué de todo lo que hacen, la gente se queda desarmada, pues no creen que sea posible vivir con esa plenitud lo que están viviendo y buscan explicaciones; cada uno juzga de acuerdo a los intereses que le tienen invadido el corazón.
“Quedaron admirados al ver la seguridad con que hablaban Pedro y Juan, que eran hombres sin instrucción ni preparación, pero sabían que habían estado con Jesús. 14 Los jefes veían al hombre que había sido sanado allí, de pie a su lado, de modo que nada podían decir contra ellos”. (Hch. 4,13-14)
No en el nombre de Cristo
Asistimos con horror a noticias de matanzas de personas por el hecho de ser cristianos. Nos indigna que esto pueda pasar, sin duda, pero no podemos pasar por alto que también empiezan a oírse otras noticias que hablan de “milicias cristianas” que campan a sus anchas repartiendo venganza. Esto es lo que ocurre en la República Centroafricana, donde los antibalaka son un grupo que se ha armado y responde con matanzas de musulmanes. No sabemos quién les ha puesto el apellido de “cristianas”, pero en absoluto puede llevar ese apelativo el que mata de su mano.
Algo parecido nos ha venido a la cabeza cuando hemos visto las imágenes del levantamiento en el Este de Ucrania, donde los soldados son bendecidos y vitoreados con símbolos cristianos como la cruz.
Por favor, que nadie se atreva a encontrar en el adjetivo “cristiano” ni una sola justificación de la violencia, pues es el que corresponde a quienes siguen a Aquél que pasó por el mundo haciendo el bien y no levantó la mano ni a quienes lo mataban.
Ve y lo cuentas
La canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II debe trascender a un mero acto público de ensalzamiento y convertirse en una oportunidad de acercarnos más a estas dos enormes figuras de la Iglesia contemporánea. Son dos hombres de nuestro tiempo que se enfrentaron a los problemas de nuestro tiempo y dieron testimonio con su vida. De ellos decía el Papa Francisco:
“En cada persona que sufría veían a Jesús”
“Dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia”.
“Colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria”.
De San Juan XXIII: “En la convocatoria del Concilio, Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado”.
De San Juan Pablo II “fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia”.
En esta semana
- Día 8- 4´30 tarde: Confesiones
- Día 9- 4´30 tarde- Ensayo
Feliz semana
La comunidad saluda a todos los niños que esta semana han hecho su primera comunión. Es una gran alegría para todos y pedimos a Dios que cuide de sus hogares para que les sigan ayudando a crecer en su fe y comprometerse con Jesús.