HOJA PARROQUIAL DE SAN JOSÉ
DE LINARES
3er DOMINGO DE PASCUA A
8 MAYO 2011
Año -II- Nº 137
EDITORIAL
«DICHOSOS LOS QUE CREAN SIN HABER VISTO»
Son múltiples los adjetivos con los que se ha nombrado el papado de Juan Pablo II (el Papa viajero, el Papa del perdón, el Papa obrero, el Papa de los derechos humanos, el Papa de la solidaridad, el Papa que puso a la persona por encima del capital, el Papa Magno…), sin embargo, Juan Pablo II es hoy beato por su fortaleza en la fe.
Benedicto XVI en la homilía de la misa de su beatificación dijo: Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, nos ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redentor del hombre.
El primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszyński, dijo a Juan Pablo II en el momento de ser nombrado Papa: "La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio". Y así lo hizo, nos ayudó con su testimonio de fe a ser valientes, a mantenernos firmes, a no tener miedo y a sentirnos orgullosos de ser cristianos en un mundo alejado de Dios, y con una cristianofobia en aumento avivada por fuertes lobbies y fanatismos. Impulsó y extendió el mensaje del Concilio Vaticano II: el cristianismo está centrado en el hombre que es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre.
Ahora la Iglesia nos lo propone como modelo de vida, y es que tanto una fe fuerte como la defensa del hombre y su dignidad por encima de cualquier otro interés son los dos grandes anclajes donde apoyarnos para ser testigos fieles de Cristo en la época en que nos ha tocado vivir.
Este año el 1º de mayo ha coincidido con el 2º domingo de Pascua que Juan Pablo II dedicó a la Divina Misericordia, fecha litúrgica en que murió y en la que se ha celebrado su beatificación. De este modo la misericordia de Dios queda inseparablemente unida a la fe, el servicio, la solidaridad y el perdón como magnífico resumen de la vida y el mensaje de nuevo beato Juan Pablo II.
PALABRA DE DIOS
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33
El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice: "Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia." Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que (no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción", hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo.»
Palabra de Dios.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 17-21
Queridos hermanos: Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomad en serio vuestro proceder en esta vida. Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien. Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza.
Palabra de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» El les preguntó: ¿Qué?» Ellos le contestaron: Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron. » Entonces Jesús les dijo: ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? » Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor
DIÁLOGOS DESDE EL EVANGELIO
N: En estos domingos, mi Señor Jesús, estamos contemplando cómo, después de haber resucitado, te apareciste a los tuyos. Hoy te vemos con los discípulos de Emaús.
+Jesús: Fue un encuentro oportuno y muy necesario. Volvían ya a su pueblo cargados de una tristeza que se les escapaba por los ojos. “Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel”. Se sentían derrotados y dolorosamente frustrados. Habían perdido la esperanza y hasta se habían alejado del resto de la comunidad.
N: El caso es que, amigo Jesús, yo creo que hoy hay muchos “discípulos de Emaus”. Ven cómo nuestro mundo no siempre facilita la vivencia de la fe; existe en el ambiente un materialismo que arrastra; a nuestro alrededor vemos el poco peso que tiene lo religioso; baja la práctica religiosa; se orquesta, de vez en cuando, una especie de campaña para quitar los signos religiosos; gran parte de la juventud no quiere saber nada de la iglesia…
+Jesús; Es verdad, querido amigo, pero no es bueno tener solo una visión pesimista. Junto a esos también existen quienes se alimentan con la Palabra, y les pasa como a los de Emaús que les “ardía el corazón mientras yo les explicaba las Escrituras”.
N: Cierto, querido Maestro. Y mucha gente que “te reconocen al partir el pan”. Me encanta la petición que te hicieron al llegar a Emaús: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída”. Esta es Jesús Resucitado, mi petición: que cada domingo escuchemos tu Palabra, que comamos tu Pan, y que esto nos lleve a compartir nuestra vida con quienes nos necesiten. Para esto, Señor Resucitado, “quédate con nosotros”.
VE Y LO CUENTAS
Nos contaban que a una chica de Jaén le detectaron un cáncer semanas antes de saber que estaba embarazada. Anteriormente había sufrido dos abortos naturales, así es que para ella su embarazo volvió a ser una gran noticia. Pero tenía que comenzar el tratamiento con quimioterapia y los médicos le aconsejaron que abortara para salvar su vida. Se opuso y siguió con su embarazo adelante aunque ello suponía no poder ser tratada de su enfermedad y arriesgar su vida. Esta chica tuvo a su hija y superó su enfermedad. Nos decía su familia que la niña era muy especial para todos y que sentían que había salvado a su madre. Es sin duda un ejemplo de fortaleza y amor a la vida digno de ser una gran noticia y titular de apertura de los informativos. Es un ejemplo de cómo todos estamos llamados a ser santos y podemos serlo en nuestra vida cotidiana.
LO QUE NO VENDE
Hoy día hablar de santidad resulta cuanto menos chocante para muchos. Y cuando se dice que se ha beatificiado a tal o cual cristiano, intentamos siempre buscar algo mágico y espectacular o pensamos que esas personas tienen capacidades sobrehumanas porque no somos capaces de entender lo que significa ser santo. Sin embargo, el Concilio Vaticano II nos recuerda una verdad fundamental, siempre presente en la vida de la Iglesia pero que hoy en día adquiere una especial resonancia para los hombres y mujeres de nuestro tiempo: "Todos los fieles cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre" (Lumen gentium, 11).
¡Todos estamos llamados a ser santos! Ése es el camino de plenitud al cual nos invita Cristo: "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt 5, 48). No basta, pues, con ser buenos, con llevar una vida común y corriente como todo el mundo, sin hacerle mal a nadie. El santo de nuestro tiempo descubre en las realidades terrenas un ámbito de realización personal querido por Dios. Su presencia y compromiso en medio del mundo configuran tanto su identidad personal como su propia realización y felicidad. Esta presencia se traduce en acción transformante por medio del amor, acción que brota de un compromiso profundo con el Señor y que se manifiesta en el silencio de las actividades ordinarias de cada día, a semejanza de nuestra Madre María.
EN ESTA SEMANA
- Día 12 a las 4´30 p.m. Confesiones para los niños que harán la 1ª comunión el domingo.
- Día 13 a las 4´30 p.m. Preparación de la ceremonia del domingo