La Cabria, nº 354

HOJA PARROQUIAL DE
S. JOSÉ DE LINARES
DOMINGO –XII- DEL T.O.
19 de junio de 2016
Año -VIII- Nº 354

EDITORIAL

Renunciar a sí mismo

Una de las características de nuestra sociedad actual es el enorme hedonismo en el que nos movemos. Ese hedonismo se contagia a tantos y tantos aspectos que termina marcando nuestra forma de entender la vida. Vivimos para conseguir “metas de realización personal” que, básicamente, se refieren a alcanzar determinadas cotas de estabilidad social y económica: un buen coche, una buena casa y una familia a la medida justa que no me impida “realizarme”, que me deje hacer “mis cosas” porque, al fin y al cabo, “sólo se vive una vez”.

Este domingo Jesús viene a meternos un buen meneo y a poner en cuestión, como tantas veces, esa forma de vida. Lo que plantea sin medias tintas es que nuestros objetivos vitales deben basarse en la renuncia a uno mismo, en “perder la vida” cargando su cruz. Ahora bien, hay que entender ese mensaje en el contexto de todo su Evangelio.

Porque, ¿qué quiere decir con “perder la vida”? Pues significa entregarla a los demás, se traduce en salir del YO, YO y YO para lanzarse de cabeza a LOS DEMÁS. Y deberíamos hacerlo con el convencimiento de que, como Él nos dice, con ello, más que estar perdiendo la vida, la estamos ganando. Porque en el fondo lo que Jesús pone en jaque es esa visión egoísta de la vida, y lo que propone no es que nos flagelemos y vayamos por la vida con cara de amargados, sino que hagamos de la entrega a los demás nuestro principal objetivo vital. Y fuera de teorías abstractas, hay que saber que se entrega el marido a su mujer, la mujer a su marido, el padre o la madre a sus hijos; se entrega el funcionario a quien atiende al otro lado de la ventanilla; se entrega el médico o el auxiliar, el maestro o el policía. Todos ellos pueden entregarse si piensan en los demás antes que en uno mismo, sin olvidar que, como decía Él mismo en otro momento, “Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”.

PALABRA DE DIOS 

Lectura de la profecía de Zacarías 12, 10‑11; 13, 1 

Así dice el Señor: 

«Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. 

Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como se llora al primogénito. 

Aquel día, será grande el luto en Jerusalén, como el luto de Hadad‑Rimón en el valle de Meguido.» 

Aquel día, se alumbrará un manantial, a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén, contra pecados e impurezas. 

Palabra de Dios 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 3, 26‑29 

Hermanos: 

Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. 

Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo. 

Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. 

Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa. 

Palabra de Dios 
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 18‑24 

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: 

—«¿Quién dice la gente que soy yo?» 

Ellos contestaron: 

—«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» 

Él les preguntó: 

—«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» 

Pedro tomó la palabra y dijo: 

— «El Mesías de Dios.» 

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: 

— «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» 

Y, dirigiéndose a todos, dijo: 
— «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.» 

Palabra del Señor 

ECOS DEL PAPA FRANCISCO 

EL ROSTRO DE LA MISERICORDIA 

Nos hablaba el Papa de que no puede darse la justicia sin misericordia pues la justicia se convertiría en un legalismo frío y esclavizante… El ejemplo concreto de lo que es el cumplimiento de la ley sin la misericordia lo encontramos en s. Pablo antes de convertirse y lo que es la ley vivificada por la misericordia lo tenemos en el mismo Pablo después de su conversión. (cfr Flp 3,6). 

“La conversión a Cristo lo condujo a ampliar su visión precedente al punto que en la carta a los Gálatas afirma: “Hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley” (2,16). Parece que su comprensión de la justicia ha cambiado ahora radicalmente. Pablo pone en primer lugar la fe y no más la ley. El juicio de Dios no lo constituye la observancia o no de la ley, sino la fe en Jesucristo, que con su muerte y resurrección trae la salvación junto con la misericordia que justifica. La justicia de Dios se convierte ahora en liberación para cuantos están oprimidos por la esclavitud del pecado y sus consecuencias. La justicia de Dios es su perdón” (cfr Sal 51,11-16). 

UN CORAZÓN SENCILLO 


¿DE CARNE O DE PIEDRA? 

Arranca la mano de piedra, 
que aprieta con saña 
y apunta con odio, 
cocina maldades 
y pone cadenas… 

Verás cómo crece 
la mano de carne 
que acuna y aquieta, 
que quita cerrojos, 
que escribe poemas 

Arranca la pierna de piedra 
que al pisar aplasta, 
que avanza sin norte, 
y, cerril, patea. 

Verás cómo crece 
la pierna de carne, 
que baila ligera, 
que te lleva, lejos, 
donde Dios te llama, 
donde el hombre espera. 

José Mª Rodríguez Olaizola sj 

BALANCES ECONÓMICOS vs. BALANCES HUMANOS 

No viene mal que de vez en cuando dejemos un espacio en nuestra hoja a tantas y tantas perlas que nos regala la Doctrina Social de la Iglesia. Algunos recordamos con cariño a D. Pedro Agudo cuando decía que esta doctrina era la gran olvidada, cuando tenía en sí una enorme riqueza. 

Hay un perfil de Twitter, @PildorasDSI, que merece la pena seguir por cómo nos va soltando “pildoritas” día a día que suponen un toque de atención. 

En esta que os dejamos hoy, nos recuerda que los beneficios empresariales no son ni mucho menos malos en sí, pero que por encima de ellos hay otros valores. 

La Iglesia reconoce la justa función de los beneficios, como índice de la buena marcha de la empresa. Cuando una empresa da beneficios significa que los factores productivos han sido utilizados adecuadamente y que las correspondientes necesidades humanas han sido satisfechas debidamente. Sin embargo, los beneficios no son el único índice de las condiciones de la empresa. Es posible que los balances económicos sean correctos y que al mismo tiempo los hombres, que constituyen el patrimonio más valioso de la empresa, sean humillados y ofendidos en su dignidad” (CA 35) 

¡FELIZ SEMANA!