HOJA PARROQUIAL DE S. JOSÉ
DE LINARES
DOM. 2º De Pascua –A-
27-Abril 2014
Año VI- Nº 262
Editorial
Fue algo inimaginable,
imposible,
incalculable,
sin precedentes.
Un acto único
que cambió la historia,
la posibilidad,
el destino.
Él era carpintero,
maestro,
líder,
desterrado de su pueblo.
Pero hizo
lo que ningún carpintero,
o maestro,
líder
o desterrado
jamás ha hecho.
Como los que le precedieron.
vivió y murió,
pero hubo una diferencia:
Él se levantó
de entre los muertos,
volvió a vivir.
Y porque Él vive,
usted y usted,
él y ella,
ellos y todos,
nosotros...
volveremos a vivir
gracias a Él.
La muerte no tiene aguijón,
el sepulcro no tiene la victoria,
podemos empezar de nuevo,
una y otra vez...
gracias a Él.
La culpa se convierte en paz,
la desilusión en esperanza,
gracias a Él
tenemos
segundas oportunidades,
nuevos comienzos.
No existe el final,
GRACIAS A ÉL.
Pero da la sensación de que los cristianos no terminamos de creérnoslo, porque con frecuencia nos invade el temor, la tristeza, no contagiamos la alegría de la resurrección, de la misericordia infinita de Dios con nosotros que supone darlo todo porque no tenemos nada que perder.
Que la celebración de la Resurrección de Cristo nos dé la fuerza necesaria para hacer realidad el Reino de Dios en la Tierra.
Palabra de Dios
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 42‑47
Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.
Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.
Palabra de Dios
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 1, 3‑9
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo.
La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.
Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe —de más precio que el oro que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego— llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo nuestro Señor.
No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
Palabra de Dios
Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19‑31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
—Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
—Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
—Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los doce, llamado El Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
—Hemos visto al Señor.
Pero él los contesto:
Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
—Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
—Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
— ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
— ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.
Palabra del Señor
Vivir en la Iglesia
Vivir en conflicto XXIII
Otra de las grandes fuentes de conflictos va a ser la tentación constante de las interpretaciones personales que cada uno intenta hacer del mensaje, aplicándolo según sus conveniencias y no queriendo aceptar la interpretación que dan los apóstoles. Pero sobre todo, cuando el mensaje choca con nuestros esquemas de razón, pues queremos hacer que Dios se adapte a nuestras ideas y a nuestros intereses, entonces suele darse el enfrentamiento con Dios.
El enfrentamiento se hace fuerte sobre todo el momento en que entra en conflicto la novedad del Espíritu que viene a removerlo todo, con nuestros planes y nuestros esquemas de seguridad, en los que estamos instalados.
Podemos ver un ejemplo concreto de cómo la gente, cuando se encuentra con la presencia de Dios, cada uno da su versión e intenta escurrir el bulto: aquella mañana que estaban en el cenáculo cuando vino el Espíritu Santo y salieron a proclamar lo que había pasado…
“Pero algunos se reían y decían: “¡Están borrachos!” (Hch. 2,21-13)
Oración
Queremos unirnos a la oración del Santo Padre en el Domingo de Resurrección:
«Vengan a ver»: El amor es más fuerte, el amor da vida, el amor hace florecer la esperanza en el desierto.
Con esta gozosa certeza, nos dirigimos hoy a ti, Señor resucitado.
Ayúdanos a buscarte para que todos podamos encontrarte, saber que tenemos un Padre y no nos sentimos huérfanos; que podemos amarte y adorarte.
Ayúdanos a derrotar el flagelo del hambre, agravada por los conflictos y los inmensos derroches de los que a menudo somos cómplices.
Haznos disponibles para proteger a los indefensos, especialmente a los niños, a las mujeres y a los ancianos, a veces sometidos a la explotación y al abandono.
Haz que podamos curar a los hermanos afectados por la epidemia de Ébola y a aquellos que padecen tantas otras enfermedades, que también se difunden a causa de la incuria y de la extrema pobreza.
Consuela a todos los que hoy no pueden celebrar la Pascua con sus seres queridos, por haber sido injustamente arrancados de su afecto, como tantas personas, sacerdotes y laicos, secuestradas en diferentes partes del mundo.
Conforta a quienes han dejado su propia tierra para emigrar a lugares donde poder esperar en un futuro mejor, vivir su vida con dignidad y, muchas veces, profesar libremente su fe.
Te rogamos, Jesús glorioso, que cesen todas las guerras, toda hostilidad pequeña o grande, antigua o reciente (...)
Que por tu resurrección, que este año celebramos junto con las iglesias que siguen el calendario juliano, te pedimos que ilumines e inspires iniciativas de paz (...)
¡Te rogamos, Señor, por todos los pueblos de la Tierra: Tú, que has vencido a la muerte, concédenos tu vida, danos tu paz!.
«Christus surrexit, venite et videte!». ¡Feliz Pascua!
Papa Francisco