HOJA PARROQUIAL DE S. JOSÉ
DE LINARES
25º DOM. T. O. B
23-SEPT-2012 Año -V- Nº 189
Editorial
SER COHERENTES
Santiago nos viene insistiendo estos días en la necesidad de poner coherencia en nuestras vidas, es decir, de meter compatibilidad entre lo que se siente, lo que se piensa lo que se dice y lo que se vive: yo no puedo estar sintiendo una cosa, pensando otra, diciendo todo lo contrario y actuando de forma distinta a todo.Y es que hoy está muy de moda eso de girar al viento que sopla y, como esa es la moda, también hay el peligro de confundir las cosas. Algo que podemos ver cómo se da en los momentos actuales: un cristiano no puede ser una persona que se inhiba y no quiera saber de la realidad que le rodea, porque al final, se va a ver atropellado por ella y, luego, va a querer que lo rescaten.
Un cristiano ha de ser una persona que opta radicalmente por Jesús y, por tanto, tiene que estar volcado en favor de la justicia, de la verdad, de la paz, de la libertad, de la solidaridad y ha de considerar un ataque personal toda acción que se realiza en contra de estos valores, venga de donde venga.
Digo que es importante definirse, porque estamos viendo que al criticar una acción de atropello hecha por una persona de un color político, te consideran de la oposición, y al seguir denunciando la misma acción realizada por otra persona de otro color político, te vuelven a considerar de la oposición, con lo que un día amaneces siendo de izquierdas y otro de derechas, dependiendo quién comete el atropello. Y es que está muy claro: la verdad, la justicia, la paz, la honradez, la claridad, la limpieza, la solidaridad… todos esos valores que desechamos por considerarlos caducos, no tienen color político y son bases y fundamento para que el hombre pueda vivir con sentido y dignidad en el mundo; y todo aquel que atenta contra ellos es un enemigo público y un destructor de la sociedad y de la paz.
Palabra de Dios
Lectura del libro de la Sabiduría 2, 12. 17-20
Se dijeron los impíos:«Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida.
Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.»
Lectura de la carta del apóstol Santiago 3, 16-4, 3
Queridos hermanos:Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males.
La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera.
Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada; os combatís y os hacéis la guerra.
No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.»
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: —«El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»
Hacia Dios por los caminos de la Biblia, nº 40
El diluvio (d)
P: Te comunico, amigo, que me gustó mucho lo de la semana pasada. Eso de las fuentes que utilizó el autor bíblico para dejarnos el pasaje del diluvio.R: Y, sin embargo, no es eso lo más importante. No es tan importante plantearse si hubo o no hubo diluvio; si Noé era un personaje histórico; si estuvo lloviendo tantos o cuantos días. El conocimiento de las fuentes utilizadas por el autor sagrado ayuda, ciertamente, a entender las diferencias y las imprecisiones, que aparecen en el relato, pero para los israelitas lo más importante eran las enseñanzas religiosas.
P: ¿Me puedes decir cuáles eran?
R: Con mucho gusto. Habrás visto que la causa de que Dios mande el diluvio no es otra que la del pecado, que se había extendido por toda la humanidad. “Dios, nos dice la Biblia, se arrepintió de haber creado todo, y tomó la decisión de arrasarlo todo”.
P: Y el pecado ha llegado hasta nuestros días, atravesando y corrompiendo el corazón del hombre.
R: Llevas razón. Siguiendo con lo que es más importante, vemos que Dios no cumple su amenaza contra todo lo creado.
P: ¿Y por qué no lo cumple?
R: Ahí está el meollo del asunto Noé, aparece como el hombre honrado: varón justo y perfecto entre los de su generación, caminaba con Dios. Y Noé halló gracia a los ojos de Yahvé. Esto es lo importante. Dios se conmueve ante la fidelidad del ser humano, ante Noé, y decide salvar una parte de toda la creación.
P: Qué razón llevas, amigo. Con razón San Juan evangelista define a Dios como AMOR. DIOS ES AMOR. Ante esto, todo lo demás queda en un segundo plano. Ya no importa tanto lo del arca, sus dimensiones, lo de los días de lluvia, lo del cuervo, lo de la paloma…Lo importante y sorprendente es que Dios se fija en Noé, el hombre justo y fiel. R: Me alegro de que hayas entendido esto, pues toda la historia de la salvación es un despliegue de un Dios que nos quiere.